El misterio del perfume secreto

A orillas del Mar Muerto, se encuentra la antigua ciudad de Ein Gedi la cual se hizo famosa en todo el mundo hace dos mil años atrás. En esta zona tan especial, seca y calurosa, es donde se logró producir una planta maravillosa que de ella se producía el incienso que se usaba en el Gran Templo de Jerusalén, aceite con el cual eran ungidos los reyes de Israel y del mundo, productos cosméticos y medicinales y el perfume más exclusivo y favorito de la famosa Reina de Egipto, Cleopatra.
En el verano de 1970 los arqueólogos que realizaron las excavaciones en la antigua sinagoga de la ciudad bíblica de Ein Gedi que estuvo activa por trecientos años, entre el siglo III al VI, quedaron atónitos al ver una inscripción única en todo el mundo: un bello mosaico que además de bendecir a la comunidad de Ein Gedi y a los benefactores que donaron el dinero para construirla, se lee también una maldición a los feligreses que traspasen ciertas normas de lo más curiosas.
La sinagoga fue refaccionada en varias ocasiones durante los 300 años de actividad, y es en su última refacción que se decoró el suelo de la entrada con un mosaico con bellos dibujos y una inscripción en arameo, que era el idioma que se hablaba en esa época en la tierra de Israel. La mayoría de las inscripciones en las sinagogas antiguas alaban a los donantes de la renovación de la sinagoga o bendicen a la comunidad. Pero en el mosaico de la sinagoga de Ein Gedi también hay una terrible maldición. La maldición amenaza con un castigo severo de Dios sobre cualquiera que haga estas cosas:
“Cualquiera que cause un conflicto entre un hombre y su prójimo o calumnie a su igual frente a los gentiles o robe las pertenencias de su prójimo o quien revele el secreto de la comunidad a los gentiles – aquel cuyos ojos vagan por toda la tierra y ve lo oculto, él enfrentará a ese hombre y a su descendencia, y lo desarraigará bajo los cielos”.
Los arqueólogos rápidamente comenzaron a preguntarse qué es lo que molestaba tanto a los ciudadanos de Ein Gedi. ¿Por qué alguien causaría conflicto entre las personas o calumniaría frente a los gentiles? ¿Qué “pertenencias” está prohibido robar? Y lo más importante: ¿Cuál es el secreto de la comunidad que está prohibido compartir con los gentiles? La maldición también parece excesiva: no es agradable pelear, calumniar o robar, pero ¿merece la pena de muerte tales delitos? De todos modos, ¿por qué escribir todo esto en el suelo de la sinagoga? Los investigadores creían que la clave para resolver el misterio era descifrar el «secreto de la comunidad».
Durante muchos años se buscaron respuestas, y quien finalmente apareció con una explicación lo suficientemente convincente sobre este secreto fue el profesor Saúl Lieberman, uno de los más grandes eruditos del Talmud y la literatura de los sabios. Descubrió que el «secreto de la comunidad» era el proceso de producción del perfume más caro del mundo en esa época que se obtenía a partir de una planta llamada “Persimón” (אפרסמון). Es importante señalar que este no es el fruto caqui que conocemos hoy, sino una antigua planta mediterránea. ¡Resulta que la comunidad judía en Ein Gedi ha sido la única experta internacional en cultivar el árbol y producir su aceite y perfume durante al menos mil años! El destino de la comunidad de Ein Gedi, que vivía en el corazón de un remoto desierto, dependía de este secreto económico, por lo que se entendería entonces por qué se grabó esa advertencia de no revelar el secreto en el suelo de su sinagoga.

Advertencia en el mosaico del suelo de la sinagoga de Ein Gedi
Pero ¿Cuál es esta planta? En las fuentes figura un vegetal aromático llamado simplemente “perfume” (en hebreo בושם). En el cantar de los cantares está escrito: “Mi amado descendió a su huerto, a los surcos de perfume, Para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios” (Cantares 6: 2), los comentaristas explican que la referencia es a una planta llamada bálsam o balsán, un nombre similar a la palabra hebrea «perfume». Con el tiempo esta palabra se tradujo a varios idiomas y devino a Balsamón o Persimón y de allí al nombre “Afarsemon” que es el primer nombre con el que se reconoce a este perfume entre los griegos.
El historiador Flavio Josefo, nacido como Yosef ben Matityahu, que vivió hace unos dos mil años nos describe en su libro “Guerra Judaica” la zona del Mar Muerto escribiendo: “Y allí se encuentra el árbol de afarsemón, el más preciado entre todos los frutos de esa tierra, y con justicia dirán que esta tierra es el jardín de Dios”.
El afarsemón no solo se usó como perfume, sino que también con propósitos medicinales y cosméticos. El historiador Diodoro Sículo, que vivió hace unos 1.900 años, describió la región del Mar Muerto: “Hay en estas áreas, en cierto valle, un árbol llamado bálsamo del que obtienen un ingreso real. Su uso es para fines médicos y es muy valorado por los médicos”. Otro historiador de la época, llamado Estrabón, escribió sobre el afarsemón que era «impresionante en su capacidad para curar el dolor de cabeza y la discapacidad visual». Debido a estas virtudes, los sabios dictaminaron que cualquiera que usara aceite de afarsemón lo bendeciría primero. En el Tratado de Bendiciones del Talmud de Babilonia se narra que Rabí Yehuda ofreció la bendición: «Creador del aceite de nuestra tierra».
Una excelente descripción del árbol del afarsemón se encuentra en los libros de botánica escritos por Teofrasto, un filósofo y botánico griego, de los discípulos de Aristóteles. Teofrasto escribió que para extraer el aceite, se corta el tallo en diagonal, envolviendo el corte en fibras de palma debajo de la incisión y colocando un caracol en la ranura inferior para recolectar la resina: «La cosecha se realiza durante el verano, pero la cantidad que gotea no es grande. Una sola persona solo puede recolectar un caracol completo por día». Cuando uno comprende cuánto esfuerzo se ha invertido en recolectar cada gota, puede comprenderse la maldición de la comunidad Ein Gedi sobre cualquiera que se atreva a robar «las pertenencias de su amigo»; tal vez esta sea una advertencia contra el robo de los caracoles de los árboles, que permanecen desatendidos por la noche.
Siendo tan buen negocio es de esperar que todos cultiven un árbol de afarsemón en su jardín, pero resulta que este era un árbol especialmente complejo de cultivar que necesitaba un clima cálido y seco y mucha agua fresca. Solo los expertos sabían cómo germinar la variedad especifica que produce la resina base tan deseada, y todo el negocio requería habilidad para efectuar el corte en la corteza en el ángulo y la profundidad exactos. La resina que escurría era aceitosa y transparente, y se oxidaba al contacto con el aire y se convertía en una sustancia pegajosa recolectada a mano, gota a gota, por lo tanto era menester saber tratar con esta materia prima para obtener los mejores productos.

Mosaico decorativo en la ciudad antigua de Ein Gedi
Al conquistar el Imperio Romano la zona se apoderaron de los campos de afarsemón. Sin poder obtener el “secreto de la comunidad” de los productores de Ein Gedi, los multaron pidiendo que paguen sus impuestos con frascos de perfume, aceite e inciensos de su producción. Uno de los más entusiastas clientes fue Cleopatra, reina de Egipto, que convenció a su pretendiente, el gobernador romano Marco Antonio, de que le transfiriera todos los impuestos recaudados en Ein Gedi.
El profesor Lieberman nos intenta echar un poco más de luz sobre aquella maldición y nos explica que calumniar frente a los gentiles se refiere a delatar a alguien que no haya pagado su impuesto a los romanos o peor aún, develar el “secreto de la comunidad” tan bien guardado hasta ese momento.
Y lo cierto es que, a pesar que mucho se escribió sobre el afarsemón, no se sabe con certeza cuál era esta planta o cual era la receta para este perfume soñado. En 2008, Guy Erlich, un granjero del Kibutz Almog cercano al Mar Muerto, decidió descifrar el «secreto de la comunidad» de Ein Gedi. Él y su familia establecieron una granja agrícola con miles de árboles, arbustos y plantas aromáticas con el fin de poder dilucidar esta incógnita. Entre esos miles, un arbusto sobresalía por sobre los demás, la Commiphora gileadensis, conocido también como el árbol de Bálsamo árabe, que crece de forma salvaje en Arabia Saudita, Yemen, el sur de Omán, Sudán y en el sureste de Egipto, donde puede haber sido introducido en un intento de producir el perfume. “Después de 7 años de investigar este árbol logramos debelar algunos de los secretos del afarsemón”, dice Erlich. “Otros secretos referidos a las cualidades medicinales de este árbol quedarán por ser descubiertas. Pero hay una cosa que es clara, si solo lográramos descubrir el 1% de las maravillas que nos contaron de las virtudes curativas de esta planta, será un gran aporte a la humanidad”.