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¿En el Principio creo Dios los cielos y la tierra?

Por el profesor Isi Wolff

En el principio

Hacia un exhaustivo análisis filológico textual de la cosmovisión sacerdotal judía en el relato del Génesis capítulo 1, versículos 1 y 2

La creación del mundo nos es narrada en la Torá dos veces: en el primer capítulo de bereshit hasta el versículo 3 del segundo capítulo, y desde el versículo 4 del segundo capítulo hasta su final.

La división de la Biblia en capítulos se debe al clérigo inglés Stephen Langton, quien, tiempo después, llegó a ser el arzobispo de Canterbury. La llevó a cabo a principios del siglo 13, cuando era maestro en la Universidad de París.

Unos tres siglos después, a mediados del siglo 16, el conocido impresor y humanista francés Robert Estienne facilitó aún más las cosas dividiendo los capítulos por versículos

Es necesario saber esto para entender el motivo por el cual el primer relato se adentra tres versículos en el segundo capítulo.

La razón es confesional y teológica, el rechazo del cristianismo por la ley mosaica y el descanso sabático judío tendiendo estos a sobrevalorar el domingo por sobre el sábado como día semanal santo. Esto hizo que deliberadamente se colocara al shabat fuera de contexto literario, cuando es más que clarísima la tendencia del escritor sacerdotal judío en destacar al shabat como la cúspide del evento universal y cósmico de la Creación, su mensaje teológico halájico es que el ser humano debe guardar el shabat por «Imitatio Dei» siendo este de naturaleza astral, y no por ser un calendario humano artificial. Con la puesta del sol y la aparición de las primeras tres estrellas en el atardecer del viernes, ese es el comienzo del Shabat.

Ésta primera cosmovisión hebrea de la Creación comienza supuestamente con una oración compuesta gramaticalmente por un adverbio complementario circunstancial de tiempo: “En el principio” + un verbo conjugado en pretérito: “creó” + Sujeto: “Dios” + Objeto directo: “los cielos y la tierra” (“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” Génesis 1:1). En transcripción fonética hebrea masorética «Bereshit bara Elohim et Hashamaim ve et Haaretz» y en el hebreo masorético vocalizado:

א בְּרֵאשִׁית, בָּרָא אֱלֹהִים, אֵת הַשָּׁמַיִם, וְאֵת הָאָרֶץ.
ב וְהָאָרֶץ, הָיְתָה תֹהוּ וָבֹהוּ, וְחֹשֶׁךְ, עַל-פְּנֵי תְהוֹם; וְרוּחַ אֱלֹהִים, מְרַחֶפֶת עַל-פְּנֵי הַמָּיִם.

Este versículo nos presenta varias dificultades gramaticales, lingüísticas e interpretativas. En primer lugar es importante señalar que el texto hebreo en sus ´teamim´ (puntuación de las vocales agregadas recién hace un milenio, cuando el texto consonantal tiene ya dos milenios y medio) tiene un inconveniente en el verbo pretérito ¨creó – bara» punteada por los masoretas como verbo conjugado en tercera persona del pretérito, es ininteligible en hebreo ya que de acuerdo a las reglas gramaticales hebreas la ´smijut´ que es la unión de dos vocablos apocopados juntos con el objetivo de eliminar las preposiciones entre ellas como por ejemplo en el vocablo compuesto ´beit sefer´ que significa colegio o escuela pero literalmente casa (del) libro es posible solo entre dos nombres, entre sustantivo y sustantivo, entre sustantivo y adjetivo, o entre sustantivo e infinitivo verbal absoluto, todas en el hebreo nominadas con el nombre ´shemot´, shem etzem (sustantivo), shem toar (adjetivo) shem poal (verbo), pero es imposible entre un shem y un adverbio circunstancial de tiempo, por lo tanto es un error gramatical garrafal imposible de decir en hebreo “Bereshith bara”, razón por la cual es menester cambiar la puntuación masorética con las mismas consonantes y leer en vez de ´Bara´, ´bro´, siendo un nombre verbal infinitivo absoluto traduciéndose de la siguiente manera: “En principio al crear* Dios el cielo y la tierra, estaba la tierra hecha un caos, y la oscuridad sobre el abismo”. Esta correcta corrección y observación ya fue propuesta con audacia y valentía incalculable para un exegeta ultra ortodoxo medieval conocido como Rashi, Rabí Shlomo Itzjaki, (Troyes, Francia, siglo 11).
                                       *(Verbo infinitivo absoluto que actúa gramaticalmente como nombre común y sustantivo)

Obviamente la palabra hebrea ´tehom´ (abismo), que es femenina, a pesar de no finalizar en la letra ´hey´ o ´tav´ como todos los sustantivos hebreos femeninos, es evidentemente una hebraización del nombre de la diosa babilónica del mar, Tiamat, que aludiendo a la titánica lucha entre ella y el dios babilónico creador Marduk en la obra mitológica de la cosmogonía mesopotámica por excelencia «Enumah Elish«, lo desmitifica, monoteizándolo, convirtiéndola en un simple accidente topográfico, en un fenómeno geográfico preexistente.

De tal deducción lingüística se ve que no hay creación de la nada sino que hay elementos primarios preexistentes a la creación, la tierra, el Tohu va-bohu, el caos, la oscuridad, el tehom, y el espíritu de Dios que prefiero traducir aquí como “Gran Viento”, una especie de tornado, ya que ´ruaj´ en hebreo es viento y espíritu, y ´Elohim´ se traduce también como ´enorme´, no sólo Dios, y el contexto es de fenómenos naturales.

En Isaías 45: 6-7 “Para que desde la salida del sol hasta el ocaso todos sepan que yo soy el Señor, y que aparte de mí no hay otro Dios. Yo soy el que ha creado la luz y las tinieblas; yo soy el que hace la paz y crea la adversidad. Yo, el Señor, soy el que hace todo esto. Podemos ver en estos versículos como discute el profeta con la concepción de elementos preexistentes a la creación, en especial la oscuridad, al decir que Dios creó también al mal y también a la oscuridad. Muchos argumentaron que discute con la visión dualista del zoroastrismo persa pero para mí discute con el autor de Génesis 1, que al ser un sacerdote judío de principios de siglo 6 está influenciado por el dualismo persa, mientras Isaías, hacia el final del mismo siglo 6, con el retorno a Sion a raíz del edicto del rey persa Ciro del año 538 AEC, ya ha llegado a concebir un monoteísmo absoluto y cristalizado en un Dios Universal iconoclasta, indivisible, único, abstracto, que ni siquiera es capaz de tolerar una angelología tan típica en las tradiciones septentrionales del elohista israelita, de por si una desmitificación de un otrora concejo de dioses presidido por el dios nacional territorial denominado con las letras “Yhwh”, configurado como un toro- becerro. (Isaías, cap. 40,12-14).

El segundo inconveniente que soluciona cambiar bara por bro o sea ´creó´ por ´crear´, es la lógica del argumento, porque si Dios hubiera creado el cielo y la tierra, como es que la tierra ya estaba de antemano (ve haaretz haitah tohu va-bohu) ya que el verbo ´haita´, ser o estar en pretérito, como todos los verbos hebreos bíblicos, expresan un aspecto de pluscuamperfecto después de tres o más construcciones morfológicas verbales inexistentes aquí. Si no cambiásemos la puntuación, quedaría que Dios creó algo que ya existía antes que lo cree, lo cual es incongruente con el relato.

Resumiendo: los primeros dos versículos del primer relato del génesis sobre la creación del mundo, de origen sacerdotal, interesado en demostrar que el calendario lunisolar y el shabat son parte de la creación cósmica yahwista israelita, son sólo una especie de introducción y título del mismo, en los cuales se nos dice que en el preciso momento en principio al crear Dios el cielo y la tierra (ergo el universo, ya que no hay un término para mundo o cosmos, el escritor utiliza un inclusivo abarcativo), había varios elementos primigenios que no fueron creados como la tierra, el caos, la oscuridad, un gran tornado, y el agua de los abismos subterráneos. La creación aquí no es ex nihilo (de la nada) sino que más bien surge de elementos primigenios preexistentes, parecido a la concepción helenista de los cuatro elementos básicos.

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