Enoc Y El Hijo Del Hombre

LAS SIMILITUDES
Del último artículo sabemos que el libro de Daniel fue uno de los primeros apocalipsis escritos y también uno de los más influyentes. «Siempre que en los últimos trabajos ‘el hijo del hombre’, ‘este hijo del hombre’ o ‘el hijo del hombre’ es mencionado, la cita es de Daniel.” Los últimos escritos apocalípticos hacen un creativo uso de Daniel 7 y desarrollan su propia expresión de fe y esperanza de justicia. Al comienzo del siglo II a.C., este cambio en el pensamiento religioso vino a ser evidente. Como las circunstancias en esta tierra eran injustas y los injustos estaban ganando, por primera vez, el concepto claramente definido de un reino trascendente y de una figura trascendental de los últimos tiempos, entró en el pensamiento judío.
Las primeras evidencias judías para la interpretación y reutilización de Daniel 7:13-14 se encuentran en el segundo subgrupo de I de Enoc: Las Similitudes.
La fecha de Las Similitudes ha sido una controversia, ya que ningún fragmento de este texto ha sido encontrado en Qumran. Algunos estudiosos, sin embargo, argumentan que la ausencia de Qumran no implica una fecha después del 70 d.C. “Ya que Las Similitudes no hacen alusión a la caída de Jerusalén, una fecha anterior al evento sería lo más probable”, escribe John Collins. Si este es el caso, podemos confirmar que es aquí, en Las Similitudes, que se encuentran por primera vez algunos motivos importantes del Nuevo Testamento. Como veremos más adelante, “cuando utilizamos Enoc como contexto para el Nuevo Testamento, muchas ideas de los primeros cristianos toman un enfoque más claro y muchos de los vacíos del Nuevo Testamento pueden ser superados”. Desde luego este texto es un recurso muy valioso para comprender la cultura y el trasfondo del público original de los Evangelios.
Las Similitudes consisten en tres parábolas (capítulos 38-44, 45-57, y 58-69) y un doble epílogo (capítulos 70-71). El capítulo 37 introduce la composición total como “la visión de la sabiduría”. La propia revelación empieza con el ascenso de Enoc al final del cielo. Allí se le muestran todos los secretos celestiales. Luego en el capítulo 42, la primera parábola es interrumpida por un breve y sabio poema. El contenido del poema es altamente característico y encaja bastante bien con el pensamiento de Las Similitudes: “la Sabiduría se adelantó para morar entre los hijos de los hombres y no encontró lugar donde habitar” (I de Enoc 42:2), así que regresó al cielo y tomó asiento con los ángeles. La Tierra se ha entregado a la iniquidad, la sabiduría no puede ser encontrada en la Tierra pero está con los ángeles en el cielo.
UNA NUEVA FIGURA
La segunda parábola de Las Similitudes es de gran interés para nosotros porque introduce una nueva figura: “En aquel lugar, vi al Único, a quien pertenece el tiempo anterior al tiempo. Y su cabeza era blanca como la lana, y junto a él había otro individuo cuyo rostro era parecido al de un ser humano” (I de Enoc 46:1). Enoc entonces pregunta a su guía angelical sobre él, y el ángel responde: “Este es el Hijo del Hombre a quien pertenece la justicia y en quien habita la justicia” (I de Enoc 46:3). El Hijo del Hombre está presente aquí como un ser celestial: aunque parece humano, es un ser sobrenatural, estando en una relación muy especial con el mismísimo Dios”.
No puede haber duda de que Las Similitudes de Enoc se refieren al Hijo del Hombre de Daniel 7. Más adelante en este libro, vemos que las expresiones “hijo del hombre”, “elegido”, y “el justo”, son todas identificaciones de la misma figura de los últimos días. Así pues, “Hijo del Hombre” viene a ser una imagen central. Este es el punto más importante para nosotros. Mientras que en el Libro de los Vigilantes, el que comentamos al principio de esta serie, el énfasis está en la realidad de la revelación celestial de Enoc —la realidad del mundo oculto, invisible, celestial—en Las Similitudes, el foco no solo está en el reino celestial, sino en la imagen celestial del Salvador invisible, “el Justo”, quien ha estado oculto y será revelado al final de los días”. Aquí no es solo el mundo celestial que da esperanza a los escogidos, es el Hijo del Hombre celestial quien les asegura de su destino especial.

EL HIJO DEL HOMBRE Y EL MESÍAS
Aunque pueda sorprender a un estudiante moderno del Nuevo Testamento que “otros judíos hayan estado imaginando varias figuras humanas como alcanzando el estatus de divinidad y sentándose al lado de Dios o incluso en el lugar de Dios en el trono divino”, Las Similitudes nos proporcionan una clara evidencia de que las expectativas del Hijo del Hombre como Redentor divino-humano existieron en los tiempos de Jesús. “En las Similitudes de Enoc, un escritor judío del siglo I d.C. hizo un uso extenso del término “hijo del hombre” al referirse a una figura de redentor divino-humano en particular…, exhibiendo así muchos de los elementos que construyen la historia de Cristo… Las Similitudes no parecen haber sido producto de una secta solitaria, sino parte de un mundo judío más general de pensamiento y escrito”. Podemos concluir, por lo tanto, que las especulaciones y expectativas del “hijo del hombre” estuvieron muy esparcidas al final del periodo del Segundo Templo.
Mientras los lectores cristianos de los Evangelios llaman a Jesús el Mesías de Israel, Él mismo evitó continuamente, cualquier uso del título “Mesías” mientras duró su ministerio público. Él nunca se llamó a sí mismo “Mesías”, en su lugar, Él se llamó el Hijo del Hombre —y se han dado cuenta de que en todos los Evangelios, “nunca, nadie preguntó: ‘¿qué es un Hijo del Hombre’? Ellos sabían de qué estaba hablando, creyeran o no en lo que decía”. Esto significa que si verdaderamente queremos comprender el ministerio y el mensaje de Jesucristo en los Evangelios, necesitamos tener una comprensión completa del concepto “hijo del hombre”.
Entonces podemos decir que, de hecho, las Similitudes nos proporcionan evidencia clara de que el mismo concepto del Hijo del Hombre que Jesús utilizó en los Evangelios, también estuvo presente en otros círculos del judaísmo. Los parelelismos son realmente sorprendentes.
Primero, aquí encontramos la doctrina de la preexistencia del Hijo del Hombre. “Y en aquella hora en que el Hijo del Hombre fue llamado ante la presencia del Señor de los Espíritus, y su nombre ante el Principio de los Días. Incluso antes de que el sol y las constelaciones fueran creadas, antes de que las estrellas del cielo fueran hechas, su nombre fue nombrado delante del Señor de los Espíritus” (I de Enoc 46:2-3)
Segundo, al Hijo del Hombre se le ha dado todo el conocimiento celestial. Además, el Hijo del Hombre no solo recibe el conocimiento celestial aquí, sino que también es quien puede revelar su conocimiento a los justos. Los “vigilantes” de la primera sección (del Libro de los Vigilantes que comentamos en nuestro primer artículo sobre Enoc) no debían “revelar los secretos eternos” al pueblo, pero los revelaron y entonces corrompieron la tierra: “Estos son los ángeles que descendieron sobre la tierra y revelaron lo que estaba oculto a los hijos del pueblo y guiaron a los hijos del pueblo en el error a cometer pecado”(I de Enoc 64.2) Como oposición a ellos, el Hijo del Hombre es precisamente Quien es elegido por Dios para revelar el conocimiento celestial a los elegidos:
“Este es el Hijo del Hombre, a quien pertenece la justicia, y en quien mora la justicia. Y él abrirá todos los almacenes ocultos; porque el Señor de los Espíritus lo ha escogido… (I de Enoc 46:2) Y ha revelado la sabiduría del Señor de los Espíritus a los justos y a los santos…” (I de Enoc 48.7)
Un componente muy importante del escenario escatológico —la salvación de los justos— también se encuentra en las Similitudes. Es muy importante notar que, la salvación no solo llega aquí a través del Hijo del Hombre, sino también a aquellos que le pertenecen —solo aquellos que son capaces de reconocer al Elegido (el Hijo del Hombre) —son salvos “a través de su nombre”—. Este motivo típico del Nuevo Testamento ocurre aquí por primera vez, en las Similitudes.
“En aquellos días, habrá un cambio para los santos y justos… a través de su nombre, serán salvos” (I de Enoc, 50:1,3).
“Porque en su nombre [los justos] son salvos, y él es la justificación de sus vidas” (I de Enoc 48.7).
Todo el resto de los componentes escatológicos tradicionales también están aquí. Todo el Libro de las Similitudes es dominado, no solo por la liberación de los elegidos, sino también por la visión del Gran Juicio. El motivo del juicio venidero y la destrucción del mundo como resultado, es el mensaje central aquí. Aparece constantemente en las visiones celestiales de Enoc sobre el Hijo del Hombre:
“Y todos los reyes y poderosos y ensalzados y aquellos que gobiernan la tierra
Se humillarán y doblegarán su rostro ante él,
Y adorarán y pondrán su esperanza en el Hijo del Hombre,
Y le pedirán y suplicarán la misericordia de sus manos.
Sin embargo… Él los entregará a los ángeles para su castigo,
Para ejecutar venganza sobre ellos porque oprimieron a Sus criaturas y a su elegido” (I de Enoc 6.7,8).
Después del Gran Juicio, encontramos una descripción de la eterna bienaventuranza de los justos (esta visión cierra la tercera y última parábola del libro):
“(Luego) llegaron para ellos una gran alegría. Y bendijeron, glorificaron y exaltaron (al Señor) a causa del hecho de que el nombre de ese (Hijo del) hombre les fue revelado… A partir de ese momento no se encontrará nada que sea corruptible; porque el Hijo del Hombre ha aparecido y se ha sentado sobre el trono de su gloria; y todo el mal desaparecerá de su rostro…” (I de Enoc 69.26-29).
Finalmente, el texto dice claramente que este Hijo del Hombre ha estado oculto desde el principio:
“Para este propósito, él vino a ser el Elegido; fue ocultado ante la presencia del (Señor de los Espíritus) antes de la creación del mundo, y por la eternidad” (I de Enoc 48:2,6).
“Porque el Hijo del Hombre ha estado oculto desde el principio, y el Altísimo lo preservó en la presencia de su poder; luego lo reveló a los santos y a los elegidos” (I de Enoc 62:7).
Así pues, podemos ver que es precisamente esta figura —el Hijo del Hombre, o el Justo— quien viene a ser el Salvador (el Salvador Oculto) en este libro. “Parece bastante claro, sin embargo, que muchas de las ideas religiosas que se mantuvieron sobre… Jesús, estuvieron presentes en el judaísmo de donde emergieron, tanto el círculo de Enoc como los círculos alrededor de Jesús”. E incluso hay algunos lugares donde el Hijo del Hombre es llamado el Ungido, en general, el libro habla sobre el Hijo del Hombre celestial y muestra poca conexión con la idea del mesías.
Ahora podemos responder a la pregunta que hicimos: ¿Por qué Jesús se llamó a sí mismo Hijo del Hombre y no Mesías? Según el Libro de Enoc, la respuesta es obvia: Se llamó a sí mismo Hijo del Hombre precisamente porque vino como Hijo del Hombre. No vino para encajar con el esperado Mesías judío: muchas expectativas mesiánicas que Israel tenía no se cumplieron durante la primera llegada de Jesús porque él no fue ‘el Mesías’ del concepto judío. Él fue, sin embargo, el “Hijo del Hombre” del concepto judío: llegó como el Hijo del Hombre transcendental, eterno y universal y «ningún término fue más adecuado tanto para ocultar como para revelar a aquellos que tuvieran oídos para escuchar, la identidad real del Hijo del Hombre».