
En el texto masorético hebreo del libro de Génesis, capítulo 4, versículo 8 está escrito:
וַיֹּאמֶר קַיִן, אֶל-הֶבֶל אָחִיו; וַיְהִי בִּהְיוֹתָם בַּשָּׂדֶה, וַיָּקָם קַיִן אֶל-הֶבֶל אָחִיו וַיַּהַרְגֵהוּ.
“Le dijo Caín a Abel su hermano. Y fue que estando ellos en el campo se levantó Caín sobre Abel su hermano y lo mató”.
Tenemos aquí sin duda una laguna textual en la cual faltan las palabras que Caín le dijo a su hermano Abel, antes de la siguiente escena en la cual estando ambos en el campo, Caín se abalanzó sobre su hermano mellizo, Abel, matándolo. Durante varios milenios, los lectores e intérpretes de este texto dedicaron esfuerzos y creatividad a comprender cuál es el sentido de este versículo al que parece faltarle el contenido del diálogo entre Caín y su hermano Abel. El verbo “VaYomer” en hebreo, como el verbo ‘decir’ en español, necesita de un objeto que lo acompañe. A diferencia del verbo “VaYdaber” (hablar) que puede hacer alusión a la actividad de diálogo sin que sea necesaria la explicación de su contenido.
El verbo del versículo que estamos estudiando solo tiene sentido gramaticalmente si se explícita el contenido de lo dicho.
El Targum, la traducción aramea de la Torá, más aceptado tradicionalmente en la literatura Rabínica es el Targum Onkelos, llamado por los Amoraim de Babel “Targum Didan” (nuestra interpretación). A tal punto es la importancia de este Targum que en ciertos ámbitos es leído semanalmente junto a la lectura de la Parashá. En este caso, la traducción aramea de Onkelos del versículo es literal:
”ואמר קין להבל אחוהי והוה במהויהון בחקלא וקם קין להבל אחוהי וקטליה“
El Targum de Jerusalén, en el lugar en el que se propone traducir el texto, trae el siguiente párrafo:
“Caín le dijo a Abel su hermano: ‘Ven, vamos al campo’.
Y cuando fueron al campo Caín le dijo a Abel: ‘Yo sé que el mundo entero fue creado con amor, que no está gobernado según las buenas acciones, y que hay favor en el juicio. Por eso, tu ofrenda fue aceptada gustosamente, mas mi ofrenda no fue aceptada gustosamente.’
Abel respondió y le dijo a Caín: ‘El mundo fue creado con amor, y es gobernado según las buenas acciones. Puesto que el fruto de mis acciones era mejor que el tuyo, y más apropiado que el tuyo, mi ofrenda fue gustosamente acepada.’ Cain le respondió a Abel: ‘no hay juicio, no hay Juez, no hay mundo venidero, no hay recompensa para el justo ni castigo para el malvado’.
Abel respondió a Caín: ‘Hay juicio, hay Juez, hay mundo venidero, hay recompensa para el justo y castigo para el malvado’ Fue en medio de esas palabras que estaban en el campo y Caín se levantó contra su hermano Abel y le incrustó una piedra en su frente matándolo.”
El Midrash rabínico jazálico Tanjuma (Tanjuma Bereshit, 9) llena el vacío informativo creado por la omisión textual de esta manera:
“Caín y Abel se dividieron el mundo, Caín tomó la tierra y Abel el ganado. Acordaron que ninguno tomaría lo que le pertenecía al otro. Sin embargo, cuando Abel tomó el ganado, comenzó a hacerlo pastar en las tierras de Caín. Caín persiguió a Abel por valles y montañas hasta que comenzaron a pelear. Al principio Abel prevaleció sobre Caín y lo tiró sobre la tierra.
Cuando Caín tomó conciencia de que estaba siendo derrotado, comenzó a suplicar: ‘¡Abel, mi hermano, no me hagas daño!’ Como Abel era una persona compasiva, lo liberó.
En cuanto Caín pudo levantarse, lo asesinó a Abel. La palabra ‘se levantó’ indica claramente que antes estaba en el suelo. En cuanto lo mató, dijo: ‘debo escapar de mi madre y de mi padre, pues en cuanto me encuentren me preguntarán por él, ya que sólo somos dos’. El Santo Bendito Sea dijo en ese momento: “¿Puede el hombre esconderse en lugares secretos que yo no vea? Dijo el Señor. ¿Acaso yo no lleno los cielos y la tierra? (Jer. 23:24). El Santo Bendito Sea preguntó: ‘¿Dónde está Abel tu hermano?’ Y luego continuó: ‘Ay de aquel que fue misericordioso y no te mató cuando estabas debajo de él. En cuanto te permitió levantarte, lo mataste”
En cambio, el midrash rabínico jazálico Bereshit Rabá elige hacerlo de esta manera:
“Le dijo Caín a Abel su hermano, y fue que cuando estaban en el campo…” ¿Sobre qué estaban hablando? Dijeron: ‘Dividámonos el mundo.’ Uno tomó el suelo y el otro los muebles.
Uno dijo: ‘La tierra sobre la que tú estás parado es mía!’
El otro replicó: ‘Aquello con lo que te vistes es mío’
Uno le dijo: ‘¡Descálzate!’ El otro contestó: ‘¡vuela!’
Fue entonces que: “Se levantó Caín sobre su hermano Abel y lo mató”.
Rabí Ioshua de Sajnin en nombre de Rabí Levi dice:
Ambos tomaron la tierra y ambos tomaron los muebles. Y ¿por qué discutían?
Uno decía: ‘En mi tierra se va a construir el Bet HaMikdash’ (el Templo jerosolimitano salomónico) y el otro decía: ‘En mi tierra se va a construir el Bet HaMikdash’
Está escrito: “Y fue que estando en el campo” y no hay campo sino el Bet HaMikdash, como está escrito: “Sión será un campo arado” (Mijá 3). Y entonces: “Se levantó Caín sobre Abel su hermano…”
Iehudá bar Ami dijo: ‘sobre la primer mujer discutían’. Dijo Rabí Eibo: ‘la primer mujer retornó al polvo’.
¿Y sobre qué estaban discutiendo? Dijo Rabí Huna: “Una melliza adicional había nacido con Abel. Uno decía ‘yo la tomaré pues soy el primogénito’ y el otro decía ‘yo la tomaré dado que nació conmigo’. Y entonces: “Se levantó Caín…”
Este último párrafo es una compilación de tres midrashim diferentes que intentan explicar qué fue lo que generó la disputa entre los hijos de Adán y Eva. Las tres alternativas comparten cierta noción en común: la pelea giraba alrededor de algo que ambos querían poseer de manera exclusiva. Y es impactante ver que ese ‘algo’ es aquello por lo cual los hombres hasta el día de hoy se siguen matando: bienes, fe y la posesión de un ser deseado.
El primer Midrash de esta serie es bastante gráfico en relación a lo imposible de la conversación entre ambos hermanos. Ninguno está dispuesto a ceder, ninguno hace una proposición racional que permita imaginar una convivencia pacífica. Caín y Abel, ambos necesitan algo que el otro tiene, pero no están dispuestos a compartir lo propio. Se rehúsan a descubrir que quizá si cedieran un poco en sus posiciones podrían aprovechar la presencia del otro para enriquecer la propia vida. Prefieren temer y preocuparse por lo que el otro posee que aventurarse en la posibilidad de compartir la bendición que cada uno de ellos tiene en sus manos.
La segunda alternativa impacta por su actualidad: los hermanos peleaban por la posesión del Monte del Templo. El mismo pedazo de tierra que tantas vidas se ha cobrado a lo largo de la historia fue el motivo de la discordia entre Abel y Caín. Como si desconocieran la omnipresencia divina, “Caínes” y “Abeles” siguen hasta el día de hoy sacrificando vidas en el altar sangriento de una tierra santificada por la visión de paz y convivencia de sabios y profetas.
Finalmente, no podía faltar quien exclamase: ‘Cherchez la femme!’ Iehudá bar Ami propone imaginar que la pelea tenía como excusa el amor de una mujer. La primera mujer, a diferencia de lo que el lector desinformado pueda imaginar, no es Eva, sino su misteriosa predecesora: Lilit. Esta enigmática criatura que fuera deseada por Adán antes de conocer a la madre de estos niños, es aparentemente la única mujer además de Eva que habita el mundo en tiempos de Caín y Abel. Es por ella que los hermanos pelean hasta matarse. En la versión de Rabí Huna, no es ella (que desapareció del mundo terrenal luego de una disputa con Adán) sino una melliza que había nacido junto con Abel y que al parecer era deseada por ambos hermanos.
Cualquiera sea la alternativa que elijamos como más apropiada, lo cierto es que este bello Midrash llena con tres alternativas el vacío de palabras del texto y nos propone imaginarnos diálogos entre ambos hermanos que encolerizan a Caín llevándolo a matar a su hermano menor. Es evidente que éste midrash mas que una exegesis, es una inegesis didáctica alejada del contexto textual original que pretende explicar cuáles son los clásicos tres móviles de asesinato de forma universal.
Los seres humanos asesinan premeditadamente por tres motivos básicos: razones económicas, razones de fanatismo religioso y crímenes pasionales por celar a una mujer deseada e incluso amada por dos hombres.
El exegeta judío español medieval Rabi Moshe Ben Najman (Ramban o Najmanides) que por lo general suele interpretar la biblia por senderos místicos cabalísticos, prefiere aquí la simpleza y la sencillez del pshat, el significado literal contextualizado, diciendo que Caín le dijo a Abel : ‘salgamos al campo», (netzé la sadé – נצא לשדה) matando así dos pájaros de un tiro, por un lado llenando el vacío que el texto masorético creó con tal simple frase y por otro explicando cómo llegaron al campo. Lo genial e increíble de esta explicación sencilla es que el Ramban sin saber una palabra de griego (dominaba solo el hebreo, el árabe y tal vez el castellano) propone llenar el vacío textual masorético con la misma frase que propone La Septuaginta, la traducción griega del Tanaj que traduce : «διέλθωμεν είς τό πεδίον» o sea «vayamos al campo», no lejos de lo que propone La Vulgata, la traducción latina de la biblia así: «egrediamur foras», «vayamos afuera». Maravilloso es ver que justamente aquel exegeta místico esotérico, cabalista por excelencia, Najmanides, es quien al parecer nos brinda la explicación más sencilla y acorde al contexto. Resta preguntar si estas traducciones, la griega y la latina, reflejan el texto original del relato desaparecido del texto masorético o simplemente agregan, armonizando como el Ramban, al texto masorético. Para que tenga sentido y llenar así el vacío creado por una omisión textual.
En mi humilde opinión esta frase que está en la Septuaginta y también aparece en la versión castellana de la Reina-Valera estaba en el texto hebreo masorético original, pero se perdió en la antigua noche de los tiempos cuando uno de los primeros copistas hebreos, cercanos al relato original, la omitió por un error de copia, salteando sus ojos entre las dos apariciones del vocablo «sadeh» (campo), entre «vayamos o salgamos al campo» y «fue que estando ellos en el campo». Si a nosotros a veces nos ocurre ese fenómeno cuando usamos la computadora copiando un texto de la pantalla o de la pizarra, obviamente que ocurría a menudo en los copistas que copiaban la Torá de un rollo a otro.
Resumiendo: vemos a las claras como un simple error de «tipeo» por un salto óptico de un antiguo copista hebreo, cosa que demuestra que el fundamentalista argumento que la biblia nunca se equivoca es imposible e ilógico, conllevó a montes y pilas de interpretaciones y exegesis midrashicas alejadas totalmente del contexto lingüístico primigenio en el cual el relato fue creado y escrito. Estos edificantes midrashim son bellos y didácticos para usarlos en el sermón sabático judío o dominguero cristiano, pero totalmente inútiles e inoperantes a la hora que uno quiere dilucidar a ciencia cierta cuál era el texto original del relato y su mensaje contextualizado. Es esa la pequeña gran diferencia entre el exegeta teólogo y el investigador bíblico profesional.